La vocación por el trabajo de editor no es una aptitud que se presenta comúnmente en la mayoría de los escritores. Jalisco, afortunadamente, ha contado con numerosos difusores de talento, sobre todo durante la segunda mitad del siglo pasado. Figuras centrales como Juan José Arreola, Ernesto Flores, Elías Nandino, Adalberto Navarro Sánchez y Arturo Rivas Sainz son los responsables de difundir algunas de las plumas más importantes durante esta época.
A partir de la década de 1990, Luis Armenta Malpica (con Mantis editores), Antonio Marts (Paraíso Perdido), Patricia Medina (Literalia), Felipe Ponce (Ediciones Arlequín) y Víctor Manuel Pazarín, conforman un grupo compacto de editores que por medio de un trabajo constante e inteligente, han sido los encargados de dar a conocer nuevos creadores dentro del medio literario de Jalisco
Víctor Manuel Pazarín (Ciudad Guzmán, Jalisco, 1963), autor de libros como Construcciones (Tierra Adentro, 1994), Retrato a cuatro voces. Arreola y los talleres literarios (Universidad de Guadalajara, 1994) y Arreola, un taller continuo (Ágata, 1995), entre varios más, representa, durante dicha década, uno de los principales editores que inician una nueva etapa de editoriales independiente en Guadalajara.
Las empresas culturales de la iniciativa de Pazarín son Mala Estrella, la colección Los cuadernos del jabalí, y las revistas literarias Soberbia y Presencias, durante el decenio de 1990, y Éxodos, a partir de 2001.
Pazarín llega a Guadalajara a mediados de la década de 1980, después de vivir algunos años en Colima y participar en el taller literario de Efrén Rodríguez. Posteriormente a su arribo a Guadalajara, se inscribe al taller de poesía de Ricardo Yánez. Pazarín recuerda este periodo así: “Cuando llego a enterarme de que existían talleres [de poesía en Guadalajara], comienzo a indagar: el de [Raúl] Bañuelos, el de los “nandinitos”, el de Torres Sánchez y otros. Yo venía ese afán chingativo de mis días en Colima, y me dije: “yo no voy a ponerme en manos de cualquiera, necesito creer en su trabajo poético”. Como no tenía dinero ni trabajo, empecé a robarme libros. Cuando, de cierta biblioteca pública me robé uno de sus libros, lo leí y supe que existía el poeta Ricardo Yánez. Me encantó su trabajo y fui con él, eso fue el 6 de enero de 1987”
.
Posteriormente inicia su labor como periodista en El Occidental, invitado por Francisco Arvizu Hughes, y después en El Financiero. A partir de estas experiencias, Pazarín publica sus primeros artículos y entrevistas. Él señala: “mi gran taller de cuento y periodismo fue El Financiero. En poesía, el [taller] de Ricardo Yánez, a quien considero mi maestro”.
Influido por uno de los editores más generosos de la segunda mitad del siglo pasado en México, Juan José Arreola, responsable de colecciones imprescindibles como Los Presentes y los Cuadernos del Unicornio, Pazarín ha intentado seguir los pasos de su coterráneo dentro de este ámbito. Víctor Manuel dice: “Siempre estuve muy cercano a lo que hizo Juan José Arreola a lo largo de su vida. Si alguna revista mexicana tuvo una influencia cercana, fue Mester [la revista literaria que dirigió Arreola durante la década de 1960 en la Ciudad
de México]. Mucho del trabajo que yo he realizado ha estado influenciado por él. Su labor como editor, para mí, ha sido muy importante. Los proyector que él realizó, de algún modo, yo quise continuarlos; de hecho, Los cuadernos del jabalí, se llaman así en homenaje a los Cuadernos del Unicornio, los cuales él editó”.
Su primera empresa cultural en Guadalajara, y más duradera, es Mala Estrella (1993-1998); una editorial independiente que da a conocer dos colecciones: La rueda y el alfabeto y El Ser y el Signo. Estas selecciones publicaron 9 y 16 plaquettes, respectivamente. Algunos criterios de la primera colección son: “Publicar sólo primeras obras, con excepción del libro de León Plascencia Ñol y Omar Nava. El financiamiento es a base de tandas con grupo de quince personas, de las cuales a trece se les va a editar; todos aportan una cantidad igual para publicar cada uno de los libros y se les otorga un número determinado de ejemplares como pago. El criterio editorial que siguen es que la obra tenga un nivel de terminación, una madurez, por lo que someten el material a trabajo de taller, que coordina Víctor Manuel Pazarín”.
En cuanto al origen de este proyecto, Pazarín señala: “Guadalupe Ángeles y yo siempre teníamos talleres literarios en nuestra casa. Invariablemente acudían todas las tardes poetas y narradores de la ciudad [de Guadalajara], sin constituir necesariamente un grupo. Intentamos reunir sus materiales en estos volúmenes con una escritura rigurosa que, de algún modo, me parece que lo logramos […] Se me ocurrió el proyectó y me comuniqué con algunos amigos; [éstos] me dieron largas; reuní a amigos de otras partes, declinaron […] conocí a otras personas y fortuitamente se fue conformando y se hizo la colección La rueda y el alfabeto. Tallereamos. Se logró el concepto. Aunque es una editorial que no le agrada a mucha gente, en el sentido estricto, porque es independiente. Considero que [la colección] tiene una calidad media para arriba, y sobre todo responde a una necesidad personal”. Y por otra parte, Pazarín añade: “Mala Estrella forma parte de un movimiento de ediciones que hay en Guadalajara, que nos hace ver que existen posibilidades de publicación para la gente que está fuera de las mafias locales. Y que, por fin, se empiezan a ver que se yergue, definitivamente, una cultura, al menos editorial, en Guadalajara”.
La labor editorial durante la década de 1990 de Víctor Manuel Pazarín se ha caracterizado por su afán de crear un espacio alternativo, capaz de proyectar escritores, al menos a nivel regional, por medio de un trabajo editorial sobrio y pulcro, a pesar del medio literario hostil que ha caracterizado Guadalajara, y la ineficacia que muestra, en muchas ocasiones, las instituciones culturales del estado: “Descreo de las instituciones, pues éstas las hacen las personas y el sistema. Soy independiente, por tanto, si yo descreo de muchas personas que regatean la cultura en Guadalajara, pensé: ¿a qué me arrimo? Además, ¿a qué me arrimo con malos escritores? Allí empezó todo”.
Después de Mala Estrella, Pazarín edita la colección Los cuadernos del jabalí (1995-1998), editada por la Unidad Editorial
del Gobierno de Jalisco, que logra dar a conocer ocho títulos, entre poesía, narrativa y periodismo, de diversos escritores tanto de la localidad como de otros rumbos. Dirige además, durante este periodo, las revistas literarias
Soberbia y la hoja de poesía
Presencias también en Guadalajara.
En conclusión, la obra editorial del zapotlense representa uno de los trabajos más consistentes e interesantes en el occidente de México durante la década de 1990. Su labor puede calificarse de semillero de nuevos talentos, pues recuérdese que numerosos editores surgen a partir de sus participaciones en los proyectos editoriales y revistas de Pazarín.