Pan de Alatorre, Arreola y Rulfo
Para Mar Pérez
Lo que aparentemente inició como una simple aventura editorial iniciada por un grupo compacto de jóvenes se cristalizó en una de las odiseas más enigmáticas y, hasta ahora, menos exploradas dentro de las letras mexicanas del siglo pasado. La breve, pero sustanciosa, revista Pan (1945-1946), menospreciada, o mejor dicho minimizada, por parte de sus fundadores y la crítica literaria, reunió, como sabemos, dos de las plumas más singulares de la literatura hispanoamericana: Juan José Arreola (1918-2001) y Juan Rulfo (1917-1986), además del filólogo autlense Antonio Alatorre (1922-1910), motivo por el cual, nos atreveríamos a afirmar, es hoy en día recordada esta publicación periódica.
Pan, cuyo tiraje no rebasó los 100 ejemplares, se editó en la “somnolienta ciudad provinciana” de Guadalajara, fue una revista antológica, ya que prácticamente todo su contenido ahora se encuentra recopilado en diversos libros de los mismos colaboradores. En ella no hubo espacio para el despilfarro. Hallamos en cada página un texto que encontró la manera de salvaguardarse para su posterioridad.
Alberto Vital, acucioso investigador de la obra de Juan Rulfo, revela que en Pan, y otras revistas contemporáneas, como la publicación capitalina América, se “resumían tres de las tendencias más importantes de los proyectos ideológicos y político-culturales de México en los años cuarenta: 1) la búsqueda de espacios para las expresiones estéticas, como una defensa tácita y práctica de la autonomía del arte, desde la cual Rulfo escribió; 2) la cultura católica no dogmática ni restrictiva, distante ya del radicalismo cristero, pese a la admiración nostálgica de [Efraín] González Luna; y 3) sobre todo un americanismo emergente que llegaría puntos culminantes en las obras de pensamiento emprendidas por Alfonso Reyes en esos años, así como en la páginas de jorge Luis Borges” (Noticias sobre Juan Rulfo, UNAM, p. 111 ).
Hay que señalar que tanto Eos (1943), revista editada por Arturo Rivas Sainz (auténtico impulsor de las letras en Guadalajara durante dicha época) y Juan José Arreola, como Pan, de acuerdo con el crítico Oscar Mata: “fueron modestas, provincianas; pero dignas y muy bien hechas: difícilmente se les encuentra una errata” (Arreola maestro editor, Ediciones Sin Nombre, p. 10).
Eos, según Arreola, fue una revista reservada para los amigos, en la cual sólo publicaron 18 autores. Mata, una vez más, al referirse a estas dos publicaciones, explica: “Huelga decir que su importancia reside en que ahí se inició Juan José Arreola como editor y que en las páginas de esas revistas se encuentran los pininos del propio Arreola, así como los de Rulfo y Alatorre, amén a las colaboraciones de [Agustín] Yáñez y [Alí] Chumacero” (idem, p. 11). Además Pan contó entre sus colaboradores con algunos de los editores, de libros y revistas, más importantes de la segunda mitad del siglo pasado en México: Arreola, Chumacero y Adalberto Navarro Sánchez.
Los selectos participantes de Pan son: Antonio Alatorre, Alfonso de Alba, Juan José Arreola, José Arriola Adame, Edmundo Báez, Alí Chumacero, Adalberto Navarro Sánchez (quien además dirige la entrega 7, la última), Luis Noyola Vázquez, Arturo Rivas Sainz, Miguel Rodríguez Puga, Juan Rulfo y Ricardo Serrano. Sin embargo, más allá de inventarios, debemos reflexionar en la dinámica que rigió la revista, puesto que Pan no surgió alrededor de cualquier círculo de escritores noveles, sino dentro de una agrupación con lecturas avanzadas y cierta experiencia dentro de las letras; recordemos que Arreola adquirió práctica en Eos, mientras Rulfo en América, de la Ciudad de México; además Pan contó con el respaldo incondicional de Efraín González Luna y Arturo Rivas Sainz, dos hombres de letras con cierto renombre y experiencia dentro del mundo de las letras.
Volver, pues, a las páginas de Pan es una invitación al pasado memorioso de las letras de Jalisco, es reencontrarnos con una pulcra y bien hecha publicación periódica editada por tres destacados escritores del sur de Jalisco.